Hola amigos, ¿Cómo
andan? Si les soy sincero, hoy estoy consternado por el tópico que les brindo.
Una experiencia que hace poco tiempo tuve y que sentí la necesidad de
compartirla con ustedes, es una situación que cada vez mas empeora y no vemos
una posible solución en el porvenir. Comencemos.
Bueno, hace ya
unas tres semanas, mi madre me había comentado a mí y a mis hermanos que
nuestros pasaportes habían expirado, y por consiguiente, teníamos que ir a
renovarlos. Este plan nos tomo un tiempo realizarlo, hasta que el miércoles santo,
con la idea de no tener que perder clases y de que sería un dia de poco flujo social,
decidimos ir a la Dirección General de Pasaportes. Comenzamos el dia levantándonos
de madrugada, para evitar hacer una fila larga, por suerte tuvimos un amigo que
se adelanto por nosotros y pudimos ser los primeros, pero esto, no facilitó
nuestra aventura. Prepárense para presenciar lo que realmente es Santo Domingo,
Republica Dominicana.
Para comenzar había
una inmensa desorganización en las filas de la entrada, teníamos que dividirnos
en tres grupos, los que tenían los impuestos pagos, los que no lo tenían, y los
que iban a solicitar el pasaporte por primera vez. Adivina adivinador, como
cualquier otra cosa esto nadie respetó. La señora encargada de organizarnos,
justo antes de abrir la puerta de entrada, había establecido las tres filas,
pero luego, comenzaron a mezclarnos unos con otros y nos veíamos en la misma situación
del inicio. Cuando finalmente logramos entrar, hacer la cola para la renovación,
y terminar el proceso de lo último, teníamos que pasar a la sala de la captura,
y para finalizar, pagar la tarifa que correspondía a la fotografía del
pasaporte. Todo parece bien, ¿cierto? Abróchense los cinturones porque lo que verán
a continuación no es nada común.
La fila era sumamente
desagradable, debido a la poca ventilación que tenía el área donde nos encontrábamos,
y como es de esperarse, había personas que no sabían de la existencia del jabón
en su vida. En adición a esto, la desorganización en los turnos que había.
Recuerdo perfectamente que éramos el numero nueve, y justo cuando iba por el
numero ocho, el sistema se corrompió y comenzaban a saltar los números del
treinta en adelante, a una velocidad anormal. Luego de un estresante tiempo de
espera, el sistema volvió a la normalidad y pudimos continuar con el proceso
que tanto nos había costado. Mi madre me dejó junto a mis dos hermanos
esperando a que nos llamaran para terminar, y por lo tanto, había un espacio
sin ocupar al lado nuestro, en un abrir y cerrar de ojos, una señora ocupa el
espacio junto a nosotros y sentó a su hija en frente. Al ver esto, le dije a mi
hermano mayor que le dijese que el asiento estaba ocupado, cosa que hizo, y la
mujer respondió a esto con el gesto típico de los dominicanos de sacudir los
hombros hacia arriba y luego abajo, queriendo decir “no me interesa lo que digas”,
seguido del grosero comentario “ella no es dueño de esto, no veo su nombre en
la silla, ella no lo compró”. Luego de ver esta acción, me entro un sentimiento
de lastima, al ver que esta es la sociedad en la que nos encontramos hoy día, y
lo más penoso de todo era que su hija estaba ahí, justo frente a su madre, que
seguramente, deje la misma huella de mala fama que aprendió en ese ejemplo. Después
de todo este evento, sin si quiera notarlo, ya eran las once de la mañana, y habíamos
llegado a las siete en punto.
Terminamos todo
lo que era necesario, y renovamos el pasaporte. Me fui con la cabeza hacia
abajo, pensando, ¿realmente estas son las condiciones en las que merecemos
nosotros los dominicanos vivir? La vida cotidiana nos muestra cada dia que la
Republica Dominicana vive en una situación penosa, y a pesar de estar conscientes
por lo que estamos pasando, no hacemos nada al respecto. Lo que vi aquel dia lo
considero inaceptable, y considero pertinente que el gobierno haga en relación a
esto, ya que lo que presencie aquel dia es algo inaceptable.
Esto ha sido
todo por hoy, espero que les haya gustado y nos vemos en la próxima, adiós.
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