martes, 3 de enero de 2017

No te avergüences de tu fe


Hace un tiempo he estado experimentando una serie de cambios y sucesos que me hacen sentirme de forma negativa. Necesitaba ayuda, y no podía apoyarme de mi familia porque no me sentía cómodo haciéndolo, por lo que decido comenzar a asistir a misa todos los domingos en la noche. Llevo alrededor de un mes y medio consecutivo haciéndolo, pero nunca había presenciado lo que voy a contar a continuación.

Una noche, me toca sentarme detrás de un trío de jóvenes los cuales aparentaban ser de mi edad, cosa que me sorprendió bastante, es extraño encontrar un grupo de amigos que vayan a la iglesia voluntariamente, asimismo, a la misa asisten una gran cantidad de personas de mi vecindario. La emoción no fue duradera, estos jóvenes se mantuvieron toda la misa atentos a sus teléfonos celulares y no pusieron atención alguna a la palabra del padre, lo único positivo de su presencia fue que no molestaron a nadie durante la celebración. Era corta, además el tiempo pasó rápido, pero estos chicos no demoraron en salir despavoridos por la puerta de la iglesia desde que el padre dijo las palabras de clausura, si quiera esperaron a que este bajara del altar. Fue una experiencia totalmente ingrata.

Días después, voy a un club cerca de mi casa a jugar futbol con un grupo de amigos, y para mí sorpresa, están los mismos tres chicos de la iglesia. Sin mucha demora, el grupo comienza un partido. Luego de unos treinta minutos de juego, tomamos un descanso para beber agua y se inicia una conversación con un comentario de uno de los muchachos que estaban jugando refiriéndose al trío de la iglesia: “Oigan, ¿ustedes son de por aquí? Hace unos días, el domingo pasado, los vi saliendo de misa a los tres.” Realmente ignoré esto en principio, ya que no estaban hablando conmigo y estaba recogiendo todo para irme, pero uno de estos tres chicos responde: “Sí, vivimos por aquí, pero creo que te estás confundiendo de personas, nunca hemos ido a la iglesia”, otro de los chicos continuó “jajaja dizque la iglesia, eso e’ pa’ “guare”, “no monte” loco”, -típicas expresiones de cualquier adolescente actual- y el tercero terminó diciendo “tu seguro no vite’ saliendo de casa de una amiga de nosotros”. Me apenó mucho escuchar esto, no entiendo por qué esconder el hecho de asistir a misa.

Esto es muy frecuente en los jóvenes de esta generación. Por diversas razones, a una gran parte de estos les avergüenza decir que son cristianos practicantes, y aún más demostrarlo. No existe motivo alguno que justifique esconder la fe cristiana, Dios es la razón de ser de cada uno de nosotros, es el elemento indispensable para nuestro buen desarrollo y lo necesario para nuestro bienestar tanto espiritual como físicamente. El único mensaje que trato de transmitir con estas palabras es que mostrar la fe hacia Dios, nunca te hará peor persona, y mucho menos será un motivo para ser juzgado. A fin de cuentas, es Dios el único ser que nos apoyará incondicionalmente. Es hora de concientizar a las actuales generaciones y a las que vienen en camino. 

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